PRESENTACIÓN

Justo Solsona es el más famoso de los arquitectos argentinos en ejercicio de la profesión. Su relevancia y su influencia en el medio suman décadas y se han plasmado en una obra de importancia indiscutible, en reflexión y pensamiento sobre la arquitectura, y en una labor docente que marcó a varias generaciones de arquitectos. Le cabe un rol de pionero en la renovación de la arquitectura moderna argentina, a la que le aportó una concepción rigurosa cuyas coordenadas básicas surgen de una fuerte y apasionada adscripción personal al racionalismo, y de una vocación emprendedora en la que audacia y contención se conjugan para lograr edificios de gran equilibrio, porte neto e imponente y una generosa riqueza espacial.

La arquitectura es una profesión compleja cuyos productos, en el caso de los grandes edificios, implican la erogación de cuantiosos recursos económicos y se constituyen en mensajes cargados de un alto valor simbólico hacia el entorno urbano en el cual se implantan, y al que determinan desde la imponencia de sus dimensiones. En este contexto, que un hombre sea capaz de plasmar una impronta personal clara e importante en cada obra, y de sostenerla a lo largo de décadas de actividad, sólo puede ser la resultante de una visión, de una claridad, de una voluntad y –acaso éste sea un dato fundamental- de un temperamento firme capaz de dar batalla por sus ideas y visiones. Este es, sin ninguna duda, el caso de Justo Solsona.

La ciudad de Buenos Aires está sembrada de hitos urbanos ineludibles que son obra suya y con los que nuestro entrevistado sostiene un vínculo curioso. Cada vez que sale a caminar por la City mantiene una “conversación” con ellos, un verdadero diálogo afectivo, ya que para Solsona sus edificios “son como personas”, entidades vivas e independientes, cada una con sus rasgos y su personalidad, y todos nacieron como hijos de su mente.

Es leyenda pública que su proceso de diseño suele comenzar en servilletas del “Florida garden” –un clásico bar frente al estudio, en el centro de Buenos Aires-, con rápidos bosquejos a lapicera en los que plasma la idea de los nuevos proyectos que emprende. De ahí en más, la creación se vuelve un proceso que, a los ochenta y cinco años y en plena actividad, jamás deja de apasionarlo. Y esa pasión es lo que se lo verá poner en juego en esta entrevista, con la vehemencia contundente, incluso filosa, con la que define los vastos y a la vez precisos aspectos de su saber.

Solsona integra el Estudio MSGSSS (Manteola, Sánchez Gómez, Santos, Solsona, Salaberry), de Buenos Aires, Argentina.

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SOBRE LA ENTREVISTA Y EL PROYECTO

Fue un placer y un orgullo entrevistar a Solsona.
Deliberadamente, su entrevista es la primera de la serie.
Su elección no es casual. Fue el resultado de una determinación precisa e inflexible. Nadie podía estar antes que él. Porque además de ser el presente, el hoy pleno, el “Jujo” es la Historia viva y encarnada de la Arquitectura Argentina.
Solsona es un hombre intenso, de los que no regalan un segundo de su tiempo, de los que no aceptan con facilidad que nadie los distraiga de su tarea.
Me llevó mucho convencerlo de que nos concediera un día entero para grabarlo, digamos que “una generosa cantidad de meses”. Quizás porque no sólo le pedí que se prestara a la invasión de su estudio por un equipo técnico considerable, sino también que accediera a una minuciosa preparación conjunta de los temas, que, a lo largo de varias reuniones previas, pudo volverse acaso sutilmente abrumadora. Ahora bien, una vez que aceptó, una vez que dijo “sí”, una vez que lo asumió con un “De acuerdo: de ahora en adelante vos tomás las decisiones”, trabajar a su lado fue una experiencia apasionante, marcada por su lucidez, su vitalidad, su humor, el entusiasmo y la clara conciencia de que teníamos por delante la oportunidad de una comunicación privilegiada, destinada fundamentalmente a los jóvenes, pero también dirigida a los profesionales de cualquier edad y de cualquier lugar del mundo. Fue un enorme placer poner a su disposición los saberes de la comunicación y de la técnica para permitir que sus ideas lleguen a una cantidad de gente que, dadas las características de nuestro proyecto, no presenta límites en la cantidad ni en el tiempo.

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De todos los temas tratados en la entrevista -en los que dejó marcas claras de su pensamiento, de su visión particular y de las reflexiones esenciales de una vida-, la “poética de la arquitectura” y la creación marcada por una impronta artística son una propuesta que me permití hacerle casi por una obsesión personal -que será además el terreno básico común de toda la serie de entrevistas a arquitectos que comienza hoy (y por supuesto un tema fascinante de investigar en todo el campo de las artes)-, y que Solsona -creador múltiple que además de arquitecto es escritor y artista plástico- accedió a tratar con generosidad. Y no sólo eso: lo hizo, además, con la amplitud anfibia de los artistas multidisciplinarios, con un vuelo expresivo visionario, y con un estilo francamente poético que resultarán apasionantes a quienes miren la entrevista, y que le confieren una conclusión no sólo brillante, sino, además, un cierre verdaderamente esencial, íntimo y conmovedor.

Como primera entrevista de todas las que hicimos y las que haremos, siempre tuve en claro, desde el primer día, incluso desde antes de hablar con él, que Solsona ocuparía un lugar simbólico fundamental como “nave insignia” de este proyecto. Este es el lugar jerárquico honorario que le corresponde, con orgullo, con infinita satisfacción, entre todos nosotros, los que integramos el equipo de Bibliocad.

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LA ENTREVISTA: UNA SÍNTESIS

A lo largo de esta entrevista Solsona se dedica a hacer un desarrollo preciso y minucioso de su proceso de diseño, tratando el tema desde la óptica rigurosa del ejercicio profesional. Solsona nos relata en detalle su manera de diseñar, especificando las particularidades de su método y adscribiéndolo, con pasión y lucidez, a su formación en el Racionalismo. Así, se extiende con generosidad en un destilado de reflexiones cruciales que resultarán de enorme valor. Y lo hace con la conciencia de ofrecernos la chance de cotejar sus estrategias con las modalidades de otros arquitectos, y fundamentalmente de los arquitectos de generaciones más jóvenes, con quienes establece coincidencias, pero también inevitables diferencias. Lo que convierte a su aporte -y a la deseada interacción sobre su aporte- en un verdadero ejercicio de docencia y aprendizaje.
En la primera parte de la entrevista se refiere al diseño de casas, de viviendas. Es decir al caso de los encargos personales.
Luego, ya avanzando en su desarrollo, analiza las formas del diseño en el caso de los edificios más complejos. Torres, grandes edificios, escuelas, etc…
Siempre, en todos los casos, se explaya -con la solidez y la autoridad que le confiere su vasta experiencia- en su manera de crear arquitectura, en la que dialogan métodos prácticos e ideas, intuiciones y certezas, arte y construcción, el bagaje de la historia y el análisis atento e incisivo del presente. Y un poco como colofón de esto último, también se refiere -y sin duda lo hace de manera taxativa- a los temas de la Globalización y la Crisis de la Arquitectura.
Ya próximo al final toca el tema de la Ciudad y la Arquitectura de la alta densidad, una cuestión que lo apasiona, en tanto ser decididamente urbano que se considera y es.
Finalmente, ya en la conclusión, reflexiona respecto de la relación entre arquitectura, arte y poesía. Es decir, nos habla de la poética del diseño, y de la poética de la arquitectura. Y lo hace con la riqueza conceptual y sensorial con que sólo puede hacerlo alguien que ha pensado mucho sobre el tema. Alguien que ha encarnado con pasión todos los asuntos de su profesión y los temas de su tiempo. Vale decir, desde una perspectiva profesional y vivencial privilegiada que convierte a esta entrevista en un verdadero legado de su pensamiento y sus ideas.

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ESTRUCTURA DE LA ENTREVISTA

La entrevista está dividida en catorce capítulos.
Con una duración total de 34:10 minutos.

Listado de los capítulos:

  1. “El partido es el primer pensamiento”
  2. “Los primeros dibujos: buscando el núcleo de la idea”
  3. “Una interpretación de las necesidades a través de las ideas”
  4. “La tangencia entre función y arte en Arquitectura”
  5. “El arquitecto, el otro, la propuesta”
  6. “Obras de mayor complejidad: Interpretación del Programa, Funcionamiento e Idea.”
  7. “Cuando se llega al núcleo del problema se ha resuelto en un 80 o 90 % el edificio”
  8. “Preponderancia de los datos duros en el diseño de las torres”
  9. “La arquitectura, el paisaje urbano, la ciudad”
  10. “La arquitectura de la alta densidad”
  11. “El núcleo de los edificios de gran altura”
  12. “Globalización y crisis de la arquitectura”
  13. “El trabajo de un arquitecto”
  14. “En arquitectura nunca se puede dejar de lado el pensamiento artístico”
  15. “La poesía y la arquitectura se dan en el manejo del espacio”

LA ENTREVISTA CAPÍTULO POR CAPÍTULO

CAPÍTULO 1

“El partido es el primer pensamiento”

Para Solsona el proceso de diseño arquitectónico comienza por el partido.
Si bien en la actualidad el partido es cuestionado por las generaciones jóvenes, nos dice, y sobre todo por los teóricos más complejos, a favor de posiciones más intuitivas, formales o filosóficas, en su caso, afirma –y en el del estudio que integra-, el partido es siempre el punto de partida fundamental del proceso de diseño.
Solsona se refiere al partido como “el primer pensamiento”, considerándolo una especie “de carta o de mensaje”. “Mensaje que primero es literario, ya que el partido se arma a partir de una encomienda, de alguien que te pide algo”. Es decir que el partido surge de la lectura de las bases -en el caso de un concurso-, o de la lista de necesidades de un cliente –en el encargo de una casa particular-.
Luego, nos dice, es necesario “filtrar esas necesidades”, es decir hacer un análisis y una interpretación de las mismas. De la cual resulta la propuesta.
Finalmente llega el momento en que aparecen los primeros dibujos. Al que Solsona concibe como el momento “de acomodar esas necesidades dentro de una geometría organizada”.

CAPÍTULO 2

“Los primeros dibujos: buscando el núcleo de la idea”

Solsona se asume un arquitecto formado en el Racionalismo. “Mi escuela, de tener siempre una respuesta lógica frente a una pregunta, te va achicando el campo creativo”. Cuando sucede esto, considera, surge una cosa absolutamente interesante: “Que tenés que encontrar el núcleo de la idea. Es decir que no empezás a trabajar con un exceso de elementos.” Contra ciertas actitudes de ponerlo todo en un diseño, “como en una ensalada”, la cuestión esencial, nos dice, es “trabajar con lo mínimo”.
Esto refiere, de alguna manera, al dicho de Mies Van der Rohe de “menos es más”. “La búsqueda implica sintetizar al máximo la información para concentrarse sobre una idea. Y cuando surge la idea, aparecen los primeros dibujos.”
Estos primeros dibujos –que son parte de su famosa leyenda en el ámbito profesional- “suelen aparecer no en el estudio, sino en el bar de enfrente, el Florida Garden, en una servilletita. El poder trabajar no exactamente en la mesa de trabajo, sino en otro lugar, me genera una situación más abierta.”

"En ese momento no sé si soy arquitecto, soy un tipo que está pensando cómo organizar, en un plano, en un dibujo, en una geometría, algo que pueda hacer con una lapicera. Ese momento, muy breve a veces, es el momento más rico."

Luego Solsona hace ampliar ese dibujo en el estudio y empieza a trabajar con medidas. Cuando yo puedo medir el croquis, en la escala que sea, es como que ese bosquejo toma vida. Y ahí es donde empiezo a ajustarlo, a sacar cosas y a agregar cosas. Pero lo más importante de todo, dice, es que “ahí está el trasfondo de la idea”.

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CAPÍTULO 3

“Una interpretación de las necesidades a través de las ideas”

“Yo siempre pienso que una persona que se quiere hacer una casa es como cuando vos tenés que elegir un cirujano”, dice Solsona. Así de delicado.
Luego refiere al aspecto económico de esa relación con el cliente: “Nunca hablo de dinero en el comienzo. Nunca. Siempre me preguntan: “Bueno arquitecto, ¿cuánto me va a salir esta casa?, etcétera. Pero yo nunca hablo de dinero. Primero tenemos que saber si nos ponemos de acuerdo usted y yo sobre esta casa, sobre lo que usted necesita.”
Hay entonces un primer paso que Solsona lo resuelve con una maquetas de cartón y lo explica. “Si al cliente le interesa ese camino, que es la interpretación de sus necesidades a través de mis ideas, empezamos a hablar de honorarios, o de compromisos. Si a él no le interesa, entonces no me debe nada. Como les digo siempre: No me debe nada. Me invita a un café, o me invita a un almuerzo –se ríe, tentado por la diferencia gastronómica-, según el grado de complejidad del problema que tratamos.”
Este esquema, dice, les ha dado muy buen resultado, “porque en general hemos podido concluir en casas que tienen una impronta arquitectónica fuerte, que tienen momentos de creatividad interesantes, y que el otro, que es para quien vos estás haciendo las cosa, está contento”.

CAPÍTULO 4

“La tangencia entre función y arte en Arquitectura”

“El arquitecto depende de alguien que necesita algo”, dice Solsona.
Y esto es una situación fundamental y decisoria de la Arquitectura. “Esta es una profesión que linda con el arte, pero hay que tener mucho cuidado en cómo se resuelve esa tangencia entre lo que es realidad, o función, y lo que es arte.”
“Muchas veces lo digo en el estudio: tengamos primero la idea de las necesidades, y entonces, con la idea de las necesidades más o menos planteada, la tenemos que poner en crisis, e inmediatamente después de hacerlo, tenemos que introducir ahí otra mirada, que no es exactamente la mirada de lo que funciona, sino una mirada enriquecedora: la mirada de lo que tiene que vivir ese proyecto o ese edificio.”

CAPÍTULO 5

“El arquitecto, el otro, la propuesta”

Solsona nos explica que en el diseño de una casa, además de los saberes profesionales específicos que es necesario implementar –saberes que ya tiene incorporados y que administra con certeza respecto del terreno, las orientaciones, la calle, los vecinos, etc…- se ponen en juego otro conjunto de competencias que son de un carácter mucho más “personal”, y que hasta se aproximan, incluso, al ejercicio de cierto análisis “sicológico”.
“Hay una persona que tiene una serie de necesidades –dice-, y una familia. Vale decir que entrás en un mundo que no es el tuyo. Que es un mundo muy mágico. Y que es el mundo del otro. Del otro que se entrega, de alguna manera, que te cuenta cómo vive, que te cuenta cuántos hijos tiene, que vos conocés a los hijos, que te dice que tiene –se ríe, tentado- cincuenta pares de zapatos, por ejemplo… Y entonces vos tenés que tener en cuenta todo ese tipo de cosas.”
Este diálogo, este fenómeno –nos dice, volviendo a generalizar sobre el diseño de las casas, en contraposición al de los grandes edificios-, “me parece que es el punto más interesante de lo que podríamos llamar ´el arquitecto como un creador´, en términos muy directos, en relación al objeto.”
“Y la propuesta hay un momento dado que se funde en un ´nosotros´. Es decir, un momento en que se funde entre el cliente y el arquitecto. Esos –se entusiasma, se apasiona- son los momentos más lindos que tiene la profesión y el trabajo.”

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CAPÍTULO 6

““Obras de mayor complejidad: Interpretación del Programa, Funcionamiento e Idea.”

Estas modalidades del diseño se aplican según otras variantes cuando el problema que se enfrenta es el diseño de edificios de una magnitud muchísimo mayor. O sea torres, grandes edificios o escuelas. No es el mismo procedimiento –argumenta Solsona- cuando el problema amplía su escala.
“Entonces no hablás con ´alguien´. Hablás con grupos, que representan. O con gerentes. O con funcionarios.”
“Pero siempre el trabajo es la interpretación del programa. De esta interpretación del programa surge la idea. Esto siempre es así.”
Como ejemplo límite, Solsona refiere a la génesis de la idea en el diseño del edificio de la Cámara de Diputados de la Nación, décadas atrás. En este concurso –nos dice- las bases eran muy claras y taxativas, estableciendo que los diputados no podían tener contacto con el público que circulara por el edificio. Solsona y sus socios encontraron la solución de una manera si se quiere un tanto fortuita, asociando ese gran esquema funcional -hasta ahí apenas hipotetizado a partir de aquellos datos abstractos-, a la disposición del primer estudio que tuvieron como arquitectos jóvenes –un pequeño departamento-, donde el funcionamiento se definía de manera muy clara y básica por una simple diferenciación de niveles.
“¡Pero acá está la solución!”, se dijeron. “Ponemos al diputado en el nivel de abajo, y en el nivel de arriba ponemos el público. De esta manera, los diputados no están obligados al encuentro con el público. Lo reciben o no lo reciben, según sea el caso.”
“Y eso es lo que está construido.”
“Con esa propuesta, y un edificio más o menos sobrio e interesante, hicimos el concurso. Y lo ganamos.”

CAPÍTULO 7

“Cuando se llega al núcleo del problema se ha resuelto en un 80 o 90 % el edificio”

“Evidentemente –argumenta Solsona, haciendo una síntesis de su proceso de diseño- cuando se te achican las posibilidades de usar muchas cosas para lucir tu edificio, en general conseguís llegar al núcleo del problema. Y cuando ocurre esto, has resuelto en un 80 0 90 por ciento el edificio. Es decir, la parte arquitectónica, la parte de las necesidades y la parte de la estética.”

CAPÍTULO 8

“Preponderancia de los datos duros en el diseño de las torres”

En el contexto del análisis de las torres, su diseño y construcción –de las cuales Solsona y sus socios han sido pioneros en la Argentina-, el arquitecto considera que, “en el arranque del problema, si se quiere, es igual que en el caso de la Cámara de Diputados y en el de una casa”.
Y nos dice:
“Uno tiene que reelaborar, de nuevo, acá, el problema como viene. Tenés las mismas complicaciones de cómo te ubicás con el medio, cómo te ubicás con el paisaje, cómo te ubicás con las orientaciones. En el caso de las torres, además, entra una componente muy fuerte que son las vistas, las vistas principales y las otras.”
"Entonces, finalmente, la composición arquitectónica se termina dando por una serie de datos pragmáticos, datos duros.” Es decir que hay una información dura muy fuerte, muy determinante.
“El tema es cómo esa información dura vos la vas elaborando hasta transformarla en una cosa que se pueda articular, que pueda dialogar con el medio, que no termine siendo una caja de zapatos de 150 metros de altura, que tengas presente el perfil contra el cielo.”

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CAPÍTULO 9

“La arquitectura, el paisaje urbano, la ciudad”

“El diálogo entre la arquitectura y el paisaje –sostiene Solsona- es un diálogo absolutamente esencial”.
No obstante, argumenta, hay una sobreactuación del tema. “Yo creo que vivimos en un período del mundo en que todo está sobreactuado. Y también está sobreactuada la arquitectura. En tanto y en cuanto hoy día, si vos no hacés algo con mucho verde… incluso más aún, hay como una vocación de que los edificios desaparezcan debajo de los mantos de pasto que están puestos sobre planos de hormigón. Que entonces se genera otro discurso”, nos dice.
Por un lado, él está de acuerdo en que hay temas “en que es conveniente que la arquitectura desaparezca. Que se mimetice con el paisaje, con el suelo. Pero hay otros casos donde el diálogo entre el objeto arquitectónico y el paisaje producen una situación de riqueza, de perspectivas, de inclusión de la gente que camina, que no se da cuando vos trabajás para abajo.”
Comenta, al respecto, el caso de la gente que se fotografía contra los edificios que son íconos de las diferentes ciudades del mundo. Y refiere en particular a un edificio construido por ellos, por el estudio, que es “el rulero”. Un edificio de oficinas ubicado en la Av. 9 de julio y el bajo, que es una verdadera entrada a la ciudad. El “rulero” es un cilindro rodeado de una enorme cantidad de ventanas “y resuelto muy sintéticamente: un cilindro, una cantidad de perforaciones y un núcleo central.” Que se transformó en un hito porque la gente, en ese diálogo, lo convirtió en un punto de referencia, en un referente cardinal de la ciudad. “Quiere decir que ha sido incorporado a la fantasía y a la gente, al público. Y hoy es un edificio, un objeto, una pieza arquitectónica que señala un punto de entrada a la ciudad.
Sonríe y comenta, reflexivo, con una emoción muy particular: “La arquitectura vos la producís, vos sos el que la dibujás, el que la hacés, el que hasta un punto la podés controlar y demás. Luego el edificio, en sí mismo, es como una persona para mí. Tiene su personalidad, adopta su nombre, la gente le pone apodos -esa capacidad de síntesis que tiene la gente, que no tiene por qué ponerle los nombres de las marcas-. Y como tenemos bastantes edificios hechos en la ciudad de Buenos Aires, cuando yo salgo, es como salir y encontrarte con gente conocida”. Y Solsona sonríe y los señala, imaginando, como si los tuviera frente a él, a puro diálogo, en esa conversación que se reactualiza en cada paseo.

CAPÍTULO 10

“La arquitectura de la alta densidad”

Solsona habla acá sobre lo que implica ser “un ser urbano”. Esto significa el hecho “de gozar de una ciudad densa. Con todas sus contradicciones. La adrenalina, la sensación de los peligros, la droga, todo lo que incluye una ciudad moderna y vital. Pretender tener una ciudad en la que no pase nada, que sea prolijita y que no tengas un susto nunca, es casi imposible. La arquitectura de la alta densidad, que es un tema que a nosotros nos preocupa y trabajamos en ello, es una arquitectura que te está exigiendo todo el tiempo crecer para arriba. Y esto tiene una cantidad de gente que lo acepta y otra cantidad de gente que lo rechaza. Es un tema complejo, que todavía no está del todo resuelto. Pero es muy interesante.”
Y refiere al caso de la ciudad de Londres, que tiene dos alcaldes. “Uno para la city, donde está toda la arquitectura de 200 y 300 metros de alto –un edificio de Foster (Norman Foster), una pieza de Viñoly (Rafael Viñoly), una obra de Rogers (Richard Rogers)- que maneja esa parte de la ciudad con una visión de alta densidad y complejidad urbana. Y luego tiene otro alcalde para la ciudad, que maneja los problemas de crecimiento lento, de tránsito, otro tipo de problemas.”
Esto hace obvio el hecho de que ciudades con planteos diferentes requieren gestiones, estrategias y manejos diferentes.

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CAPÍTULO 11

“El núcleo de los edificios de gran altura”

Una de las cosas que más asombra a Solsona de los edificios de gran altura es la dimensión del núcleo. Al observar las plantas de estos edificios de hasta 300 metros de alto, es posible comprobar “que el núcleo, que es la base y que a veces tienen hasta 18 ascensores, a veces ocupa hasta el 80% de la planta. O el 50% de la planta. Es decir que lo que queda para ser usado para el destino que fuera –a veces son oficinas u hoteles, o bien híbridos (que es una nueva denominación para edificios de muchas funciones combinadas)- es una superficie considerablemente reducida.”

CAPÍTULO 12

“Globalización y crisis de la arquitectura”

Solsona considera que si en algún momento la arquitectura anduvo sobre cauces muy duros, muy racionalistas, muy cerca de las necesidades de la gente, hoy día, en el mundo globalizado, que tiene su parte positiva y su parte negativa, porque finalmente estás siendo todo el tiempo sobreinformado, en algunos casos se ha apartado de ese rumbo original.
“Decía antes que este es un mundo que está sobreactuado. Todo es más de lo que debiera ser. Y en ese más hay una parte que es necesaria y otra parte que es innecesaria.”
Y acá refiere a la crisis inmobiliaria de Europa, con España como ejemplo límite, “donde se construyeron edificios muy interesantes, pero no controlaron que eso en algún momento iba a desembocar en una crisis, porque de hecho luego no se pudieron vender dado que no hubo un mercado y que nadie los quiso comprar.”
“Sería interesante poder observar cuánto del mundo en que estamos viviendo responde a las necesidades de sus habitantes y cuánto responde a… no sé, una mística, a una conversación, al comercio, a situaciones de mercado, a situaciones inventadas para producir deseos en las personas.”

CAPÍTULO 13

“El trabajo de un arquitecto”

“El trabajo de un arquitecto es un trabajo, a mi juicio, absolutamente apasionante. Porque tenés presentes todos los temas.”
Solsona dice que esto hace que a veces resulte difícil entender qué es un arquitecto. “Por ejemplo en el contacto con las organizaciones de control que tiene la Universidad. Que entienden claramente qué hace un economista, qué hace un ingeniero, qué hace un médico. Pero no llegan a integrar la cantidad y la variedad de problemas que trata e incluye la profesión de arquitecto.” Temas técnicos, de planimetría y representación, sociológicos, sicológicos, de tránsito, el movimiento de la gente, y muchos otros más. Y esta amplitud y variedad de conocimientos a veces resulta desconcertante y difícil de encuadrar. “No lo pueden encuadrar”, concluye.

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CAPÍTULO 14

“En arquitectura nunca se puede dejar de lado el pensamiento artístico”

“Sea lo que fuera que vos tenés que resolver como problema arquitectónico, nunca podés dejar de lado un pensamiento artístico. Artístico en serio, no artístico para llamar la atención. Éste es un tema de la arquitectura: el arte.”
Con respecto a esto, Solsona se revela decididamente contrario a los formalismos. Es decir al uso de los recursos formales sin un fundamento sólido y sin motivos claros.
“Un edificio que tiene muy buenas proporciones te llama la atención por eso, por las proporciones. No porque tenga una pared que parece que cae y no cae, o un globo de vidrio que parece que es una cabeza pero no es una cabeza.”

CAPÍTULO 15

“La poesía y la arquitectura se dan en el manejo del espacio”

Solsona considera que un tema fundamental de la arquitectura es la existencia “de un sesgo poético”.
“Yo creo que la poesía en arquitectura se da en el manejo del espacio. Que es cuando vos entrás a ciertos lugares y sentís algo. O te sobrecoge, o te alegra, o te pone ansioso… algo te pasa ahí.”
Y relata sus emociones al recorrer la Villa La Roche, de Le Corbusier. A la que considera “una experiencia increíble”. “Es una casa que tiene tal cantidad de articulaciones espaciales que vos caminás y lo que ves desde cualquier punto de vista es asombroso. Y se siente un grado de emoción al percibir estos espacios. Es decir –afirma, intenso-, tiene poesía.”
Y enseguida concluye, con un énfasis de pasión:
“Y estos espacios siempre forman parte de un pensamiento racional y geométrico. O sea –recapitula-: cómo producir arquitectura con la geometría, con las formas duras, con los cubos vacíos, con la proporción de esos cubos vacíos. Vale decir: cómo producir, con el aire, arquitectura.”
Una conclusión lúcida y sensible que nos acerca a la idea de que la gran arquitectura, y el diseño con rango de arte, producen su génesis transformando, a la manera de las mutaciones alquímicas, datos duros y materiales concretos en belleza, en asombro, en poesía.

Fotos: Ramiro López Crespo